viernes, 1 de diciembre de 2017

Falamos latín sin sabelo

A Abraham propúxoselle o reto de facer en 10 minutos unha pequena redacción na que incluíra unha relación dada de expresións latinas e este foi o resultado:

El pódium, lo que siempre había querido y, ahora lo veo alejarse cada vez más rápido, alejarse ad infinitum... ¿Por qué no le hice caso a mi médico cuando me dio aquel ultimátum?.

Todo empezó el día en que nací. Sabía que era fruto de un coitus interruptus  y mi padre, con su vis comica tan sui generis, se encargaba de recordármelo siempre. El quid de la cuestión está, aunque mi padre fuese un cabrón, en que mi madre, que era una rara avis, era cariñosa, pero me obligaba cada día a poner un plus tanto en la escuela como en todo lo que hacía. Fue ella la que me incitó a apuntarme a un deporte, ya que en un simpósium sobre salud al que había ido le habían dicho que era bueno para los niños, aunque no hacía falta que se lo dijeran, era enfermera. De hecho, recuerdo que una vez, en vez de leerme mi cuento por la noche, me empezó a leer su vademecum de medicamentos. 
Gracias a mi madre pude hacer atletismo. Con el tiempo las pistas se volvieron mi sancta sanctorum, pasaba más tiempo en ellas que en mi casa, pero bueno, más que pistas per se, era un solar vacío que nos dejaban para entrenar. 
Recuerdo la primera vez que gané una competición, aunque fue porque el árbitro barría pro domo sua, me sentí feliz y vacío al mismo tiempo. Estaba orgulloso de mi pero mi madre tenía guardia y mi padre quería ver un partido de fútbol. Pero, pese a esas bromas de mi padre, que no interpretaba lato sensu, quería que viniese, y luego murió. Estaba dentro del solarium cuando se incendió y, aunque queríamos enterrarlo en su pueblo natal, tuvimos que enterrarlo aquí velis nolis.
Aquella fecha (ut supra) también fue el día de mi décimo séptimo cumpleaños y, desde aquella ocasión, mi cabeza se volvió un totum revolutum y supongo que por eso hice lo que hice. 
Cuando cumplí 21 el médico que dijo que si no de jaba de una vez por todas los esteroides que tomaba, eso me pasaría factura. Puedo decir que los aletas se ponen tres inyecciones per cápita y por eso no le hice caso. 
Ahora comunican urbi et orbi mi defunción por un infarto durante la carrera. Me creí un dios y no era nada. 


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